Inválidos de la sexualidad (Primera parte)

Los inválidos sexuales se hacen pasar por inocentes "victimas del amor" y verdaderamente creen serlo. Sin embargo, es el supuesto "villano" del cuento quien, en general, resulta ser la verdadera víctima.

Es difícil no sentir lástima de Anna cuando se escucha el relato de sus desdichas. A los 24 años, es una hermosa mujer de cabellos negros con un cuerpo de maniquí, pero según afirma, es prácticamente una prisionera de su matrimonio. Aunque sólo le faltan unos pocos cursos para terminar sus estudios de programación de computadoras, su esposo, Julio, no le permite reanudar sus estudios. 

Tampoco le permite que trabaje como voluntaria en su barrio. Ella quiere tener hijos, pero Julio se opone también a eso.

Cuando nos gimotea sobre su triste destino en la vida, Anna se queja de sus relaciones matrimoniales. Julio siempre está pidiendo que tengan relaciones sexuales y es un amante desastroso. No puede ser de otra manera, ¡porqué ella jamás ha tenido un orgasmo! Por su puesto, no va a decirle nada a su esposo porque probablemente, en ese caso, él se pondría furioso y la abandonaría. 

"Mi mujer no hace más que vegetar", refunfuña Julio. Lejos de ser un monstruo, es aparentemente sensible, y se siente muy frustrado. "Anna nunca tiene deseos de hacer nada. Fracasó en sus estudios universitarios, pero ahora tergiversa diciendo que yo la obligué a dejar sus estudios para que se casara conmigo. Tiene terror de tener hijos porque piensa que se le echará a perder la silueta, y, en cambio, me dice que tener un niño perjudicará nuestra relación; y que además, sabe perfectamente que no estoy preparado para ser padre.

"Le repito una y otra vez que busque un empleo o que salga de la casa y haga algo, pero se niega. Me dice que está segura de que yo me disgustaría mucho si lo hiciera." Julio se pasa la mano por la barbilla pensativamente  y adopta una expresión de perplejidad. "Cuando hacemos el ato sexual, parecería también  que está inconforme e insatisfecha. Todo lo que me dice, de que quiere hacerme feliz y complacerme, me suena a falso. Por supuesto que nunca toma la iniciativa, pero vaya si le gusta decirme a la mañana siguiente que todo lo que hice en la cama estuvo mal. ¡Estoy harto de esta situación!"

Evidentemente, las relaciones entre Anna y Julio esconden muchas más cosas de las que aparecen en la superficie. Anna ha convencido a sus amigos y a sí misma de que es víctima.

Sin embargo, si se siente oprimida y considera que es una víctima, es todo obra suya. Al mismo tiempo, ha logrado hacer que todos piensen que su desconcertado marido es un dictador, un hombre a quien cabe toda la responsabilidad por la desdichada vida que ella lleva.

 Al principio de sus relaciones, según afirma Julio, él se sentía contento y satisfecho. Anna necesitaba alguien que cuidara de ella; sufría de incertidumbre y quería tener a su lado a un hombre enérgico y seguro de sí mismo que tomara las decisiones por ella. Cinco años después, no ha madurado en absoluto. Luego de mantener una breve conversación con Julio, resulta claro que él se ha cansado del juego. "Estoy cansado de desempeñar el papel de padre -dice con firmeza-. Creo que nuestra situación no tiene remedio."

La mayoría de nosotros sentimos una gran compasión hacia las supuestas víctimas del amor. Por lo general, ofrecemos al marido dominado y a la sufrida esposa toda nuestra solidaridad, y no podemos evitar sentir indignación ante la crueldad y el despotismo de sus cónyuges. Nos identificamos completamente con la víctima desvalida hasta que nos vemos atrapados en unas relaciones con este tipo de personas. Entonces la historia deja de escribirse en términos absolutos, de bien y mal, para convertirse en una zona gris muy desalentadora y deprimente. No importa lo que hagamos, siempre somos los villanos en las relaciones. ¡Vivir con una víctima profesional nos obligará siempre a disculparnos por hacerla sufrir!


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